Muchas corridas hemos sudado al punto que nuestras herraduras ya se ven gastadas.
Es el momento: es tiempo de observarnos y contemplar, y ahora al galope,
avanzar más aliviados, humanos y libres.

Pensando el fotoperiodismo.

Adrián Mariotti

lunes, 22 de agosto de 2011

Estalló la risa,
puente caído, tragedias en cámara rápida.
Mis hemisferios cerebrales se golpean en un aplauso

Las miserias y deleites se juntaron en un café
torrado de estímulos, olores, piel de porcelana.

Ahí va, mezquina y caprichosa, sin poder abandonarlo.
Ahí viene otro sonido que escapa de tu olla a presión
a carcajadas.

Por fin te abandonas, te sueltas en orgías espasmódicas
y la lógica camina en retirada tranquila y derrotada.

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Un pájaro sin alas pende de tu ventana, la libertad sostenida por un hilo.
Qué osadía del ave al tirarse en picada de la fría torre de tu importancia personal.

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Un caballero diminuto se deleita sacudiendo un mantel lleno de migas.
Qué bien huelen los trocito de tu masa húmeda flotando ahora en cámara lenta.
Alimento de mi hambre, piel blanca y tersa que se ofrece.
Todo festín sólo sacia si aparece el alma frágil y sabia.
¿Dónde encuentro tu pan esplendoroso, humeante?

La Historia de las Cosas